diciembre 11, 2012

Muchas personas pasan una gran parte de su vida tratando de darle sentido a cada uno de sus actos y al hacer esto, están perdiéndose la oportunidad de apreciar las cosas al máximo. En estos últimos días decidí no preocuparme de porque hago ciertas cosas y simplemente hacerlas por el simple hecho de que se siente bien. Está de más decir que está teoría no se aplica para todos los cosas habidos y por haber, sino para algunos en particular. En mi caso, para el amor.
Nunca antes me había pasado de conocer a una persona y de entrada confiarle mi vida entera sin dudarlo ni un segundo. Desde el primer día sentí una especie de conexión entre nosotros, sentí que podía contarle todo, no tuve vergüenza en ningún momento y tenía muchísima confianza con él, a pesar de que recién lo conocía. Hasta el día de hoy las cosas se mantienen del mismo modo, cada día que lo veo siento que es el primer día, siento la misma emoción al verlo sonreír y todo mi ser se pone feliz cuando lo tengo cerca de mi y todo parece estar hecho a la medida, como si así tuviera que ser. Puede resultar un poco extraña toda la confianza que tenemos y como ambos sentimos que nos conocemos hace muchísimo tiempo cuando en realidad no hace mucho más de un mes desde el primer día que nos vimos.
Estuve varios días intentando averiguar de dónde había salido tanta confianza y como era posible que me gustara tanto estar a su lado, pero nunca lo conseguí. Hoy me doy por vencida, no voy a intentar entenderlo, voy a disfrutar del momento y dar gracias porque las cosas sean como son. Al fin y al cabo, él me hace feliz sin importar que tan poco sentido tenga la situación.

No hay comentarios: